Ausencia prolongada.
La escritura es un medio maravilloso, es la misma esencia del alma diluida en tinta. A través de ella, nos comunicamos con el mundo que nos rodea sin la necesidad de mover nuestros labios, en ella afianzamos nuestros dolores, fracasos, derrotas y vituperios. Pero también nuestros logros, victorias, y grandezas. La escritura es un medio tan necesario que ya no podríamos vivir sin ella, porque ella es la única prueba viviente de la existencia de la humanidad en el planeta tierra.
A través de la escritura nos hemos comunicado con épocas remotas, hemos horadado la era glacial hasta haber encontrado el eslabón perdido con el cual hemos amarrado la pre-historia con la historia. A través de la escritura, el hombre ha podido llegar hasta el espacio sideral, y a la profundidad del océano.
El hombre pre-histórico rompió las barreras de las limitaciones al descubrir el fuego, pero se humanizó al inventar los jeroglíficos. Desde entonces el hombre tuvo la necesidad de comunicar sus inquietudes, tragedias, avances, y emociones, lo hizo por medio de grabados en grandes rocas, en las paredes de las cavernas donde habitaba, en troncos de árboles, en arcilla, y hasta en su mismo cuerpo. Hasta que en su avance descubrió las múltiples utilidades de la piel de los animales que cazaba para alimentarse, y más adelante, la influencia del papiro; donde nos ha legado las huellas de las primeras ecuaciones de la madre de todas las ciencias.
A través de la escritura han renacido generaciones que estaban olvidadas en el tiempo, se ha descubierto la esencia de la creación, y el milagro de la evolución de las especies, se ha desarrollado el arte de la guerra, se han ganado conflictos que las armas no han podido ganar, y hasta se ha podido derrocar a numerosos imperios.
Porque la escritura tiene mucho más poder que la pólvora, y es mil veces más explosiva que la nitroglicerina, es más que tinta y papel, es más que letras y reglas gramaticales; es el comienzo del saber, del tener, del poder, y del crecer. Es contagiosa y evolutiva, posee una virtud tan real que hasta el mismo Dios quiso distinguirla al trazarle pautas, leyes, y normas a Moisés y a su pueblo; lo hizo en una roca para no desentonar con el hombre primitivo.
Quienes no han tenido la virtud de conocerla, viven sumidos en un mundo de oscuridad; con sobradas razones el gran educador de las Américas y ciudadanos del mundo: Eugenio María de Hostos, acuñó su frase predilecta: Hacia la luz, por el camino del saber. Esa luz es muy necesaria para el desarrollo de los pueblos, la educación es la savia de las naciones; por esa razón cuando el líder del movimiento revolucionario 26 de julio: Fidel Castro Ruz, junto a sus compañeros y al pueblo Cubano derrocó al tirano: Fulgencio Batista el primer día del año 1959. Comenzó una nueva era de esperanza para la tierra que vio nacer al apóstol José Martí, el cual nos enseñó que: Ser culto es la única manera de ser libre.
Fidel Castro construyó las heroicas brigadas de alfabetización, y de esa manera, desarraigó el analfabetismo de la isla más grande del caribe la cual estaba sumida en la más grade oscuridad. Gracias a los ideales de aquel líder revolucionario y de sus hombres, el pueblo cubano hoy es dueño de su propio destino.
La patria de Martí ha podido sobrevivir con dignidad y patriotismo absoluto a los más difíciles vituperios que pudiera afectar a nación alguna. El mencionado proyecto de alfabetización comenzó en la sierra maestra, en donde el también comandante: Ernesto (Che) Guevara de la serna, levantó la primera escuela bajo el inclemente fuego del enemigo.
Motivados por el amor incondicional, entrega, y ansias de libertar a su patria. Los revolucionarios Cubanos nutrieron a los campesinos de la sierra maestra con el sagrado pan de la enseñanza. Este acto de lealtad a la patria que acogió como hijo al Generalísimo: Máximo Gómez y Báez, retumbó como eco en todo el planeta, de tal manera que ninguna historia moderna sobre el continente Americano se podría escribir sin tomar en cuenta aquella gloriosa epopeya, que comenzó en la universidad de la Habana y que llegó hasta los rincones más apartados del mundo.
El patricio Juan Pablo Duarte y Diez siempre tuvo muy en claro la idea de construir, proteger, y fomentar la educación de la entonces naciente Republica Dominicana, por considerar a la enseñanza como prioritaria para el progreso de la patria.
Duarte visualizó los escoyos por los que pasaría la carreta que hoy transporta el pan de la enseñanza en nuestro País, por esa razón en uno de los tantos pensamientos que nos legara el arquitecto de la patria, nos advirtió para que el ventarrón de la ignorancia no nos encontrara desapercibidos. “Hoy más que nunca, la patria necesita de hombres de mente y de corazón; hoy que hombres sin mente y sin corazón, están conspirando en contra de la salud de la patria”.
En épocas remotas, el hombre comenzó a utilizar las plumas de las aves para escribir, quizás lo hizo porque no conocía otros medios, pero yo siempre he pensado que la pluma más que un instrumento fue un símbolo de conquista. El hombre ansia la libertad, busca la libertad, lucha por la libertad, y si tiene que morir, también muere por la libertad. Esa libertad propia que tienen las aves de conquistar las nubes, surcar la inmensidad del azul del cielo, y desde lo alto elegir preferencias.
En el año 1492. Un navegante Italiano llegó perdido y desorientado al Caribe después de sesenta y nueve días de navegación accidentada a través del Océano atlántico. Creía haber llegado a la India, nación enclavada en la latitud exacta donde se desrisca el continente asiático. Un continente desconocido se le atravesó en la ruta, y el resto de la historia estoy sumamente seguro que usted ya la conoce.
A través de este contacto colonizador comenzó la educación de nuestros nativos aborígenes, por medios drástico & inhumano como la explotación, la esclavitud, y las imposiciones religiosas. En Santo Domingo se fundó la primera universidad del nuevo mundo, fue desde esta isla fecunda que hoy por hoy está atada por cadenas invisibles, de donde se definió América.
En una escuela primaria de un campo de la provincia peravia llamado: Matanzas de Noria. Una maestra de nombre: María Antonia Soriano Báez, impartía docencia a medio centenar de alumnos; cuyas edades oscilaban entre siete y doce años. Eran tiempos maravillosos en los cuales a los alumnos se les enseñaba que el maestro es su segundo padre, existía un respeto admirable, y una relación muy cercana entre los padres de los alumnos y los maestros. A diferencia del presente, las escuelas eran remansos de paz.
En el año 1978. Terminó la pesadilla de los tristemente célebres doce años de gobierno del Doctor: Joaquín Antonio Balaguer Ricardo, en el país ocurrieron cambios de importancia en todas las dependencias del estado, muy especialmente en el campo de la educación. El nuevo mandatario: Silvestre Antonio Guzmán Fernández, comenzó a modernizar las escuelas públicas, y centros educativos, los salones de clase fueron abarrotados de modernas butacas en sustitución de los antiguos pupitres, modernos escritorios, sillas y sillones giratorios, llegaron a cada escuela juntos a toneladas de útiles escolares.
Los empresarios privados que simpatizaban con el nuevo mandatario, se unieron al programa donando productos diversos a la secretaría de educación. Hasta las aulas llegaron: Cepillos, y pastas dentales, Zapatos, Cuadernos, Lápices y golosinas. Un moderno escritorio junto a un sillón de las mismas cualidades, llegó hasta el salón de clase de la maestra: María Antonia, así la llamaban sus alumnos. Era una joven mujer que tenía algunos veinte y cuatro años de edad, dueña de un cuerpo muy bien desarrollado pero con unas curvas bien pronunciadas.
Vestía siempre con formalidad: Falda, blusa o chaqueta ejecutiva, pues para aquellos tiempos las mujeres casi no usaban pantalones, la liberación femenina estaba recién inventada, y se propagaba por el caribe gota a gota. La maestra estaba muy acostumbrada a su antigua silla de guano, en la cual había sentado su dignidad por seis años, pero para nadie es un secreto que la modernidad conquista a los seres humanos.
De manera que la maestra María Antonia, recibió su nuevo sillón giratorio, reclinable, forrado en piel artificial, el cual tenía cuatro ruedas que giraban independientes en todas direcciones. El verano caribeño transcurría con el mismo resplandor que lo había visto Guarocuya en las alturas de Baoruco, eran las 10:45 am.
El timbre de la escuela anunciaba los treinta minutos para el disfrute del recreo. Los alumnos abandonaron el salón de clase a toda prisa, y en el mismo orden de un gallinero que ha sido sorprendido por un lobo feroz, ya en el patio algunos jugaban a la pelota, otros al tuntún de la carabela, otros jugaban saca chatos, y los que ya tenían una pizca de malicia, jugaban con las niñas al juego de la botella.
La maestra aprovechó los treinta minutos del recreo para dialogar con los demás maestros del plantel sobre los rumores de la reciente cancelación del director de zona. A quien supuestamente lo habían agarrado infraganti impartiendo cátedra de lenguaje a una secretaria en su propia oficina, un repartidor de periódicos que acostumbraba a entrar sin tocar la puerta, interrumpió la materia cuando ya estaban a punto de concluir con el abecedario. El bochinche comenzaba a hervir cuando el timbre evitó que el grupo de maestro despellejara al desafortunado director de zona, a quien ya tenían montado en la barbacoa.
El grupo se desintegró con la misma promesa de siempre: “Seguimos hablando más tarde, porque esto pica y se extiende”. Alumnos y maestros retornaron a sus respetivos salones de clase, como es normal; los niños que estaban alborotados, ocuparon sus butacas con una santidad celestial al ver a la maestra María Antonia entrar al aula a paso de marcha militar. De inmediato efectuó un pase de lista visual para estar segura de que ninguno de sus alumnos se hubiese quedado en el terreno de juego.
Al haber comprobado que todos estaban presentes, procedió a borrar la pizarra para continuar con su itinerario. Luego se acercó a su nuevo escritorio para buscar algún material gastable, trató de ocupar su asiento pensando que todavía tenía su antigua silla de guano.
Las anchas y bien contorneadas caderas de la maestra, tan solo ronzaron el borde del nuevo sillón giratorio, las cuatro ruedas patinaron por la desigualdad del peso recibido, y la fuerza de gravedad, cumplió con la misión con que fue creada: Atraer todos los objetos a tierra. La maestra María Antonia lanzó un grito que se escuchó en todo el plantel mientras caía al piso con gran estruendo.
Los alumnos turbados por la humareda de la impotencia, hicieron un coro perfecto al grito de su maestra, la cual había quedado boca arriba planchada por la presión de un bochorno jibaro. Luego se levantó del piso lo más rápido que le permitieron sus piernas. Pero en el mundo solo existen dos cosas que se propagan a la misma velocidad, “El destello de un relámpago, y la mirada de un niño a los doce años de edad”.
Dos maestras vecinas se presentaron al salón del incidente invitadas por los gritos, llegaron a tiempo para poder presenciar a su colega sacudir el polvo de la vergüenza, dándole los últimos toques al ruedo de la falda, la cual se le había levantado por la acción del pataleo sincronizado. Los detalles del incidente fueron narrados por un coro improvisado compuesto por tres alumnos, quienes dieron muestra de periodismo precoz, y desde aquel momento la cancelación del director de zona, pasó de ser noticia de primera plana, a la sesión de clasificados.
La maestra María Antonia estaba hecha un manojo de vergüenza, pero se aferró de la autoridad que le confería su carrera, para imponer el orden en su salón de clase, al mismo tiempo que puso en marcha un método comúnmente utilizado por la policía: Un interrogatorio para cubrir errores, y calmar a la prensa. Los tres alumnos que habían opacado a la más sofisticada cadena de noticias con los detalles brindados a las dos maestras, fueron sometidos a un coctel de interrogatorios profundos por la maestra María Antonia.
Póngase de pies Saúl, y dígame: ¿Qué parte de mi cuerpo usted vio cuando yo estaba en el piso? El niño contestó con timidez pero lleno de seguridad. “Maestra, yo solo pude ver sus pies porque sus sandalias saltaron hacia delante cuando usted luchaba por no caer al piso” la maestra visiblemente molesta le dijo: Esta castigado con tres días sin disfrute de recreo, porque usted no está supuesto a estar mirando lo que no le importa.
El interrogatorio continuó con los dos niños restantes: Vamos a ver Carlos, póngase de pies, el niño se puso de pies, las piernas les temblaban como trozo de gelatina, y le fue hecha la misma pregunta. Carlos contestó con la inocencia a flor de piel, “Maestra, yo no miré sus pies, yo solo vi sus rodillas” La maestra maría Antonia lo sentenció de inmediato: Queda suspendido de clase por dos semanas, y cuando regrese tiene que venir acompañado por sus padres.
Vamos a ver Ismael póngase de pies, el niño obedeció de inmediato; los dientes chocaban dentro de su boca y el color de su piel se había tornado amarilla, las piernas se negaban a sostenerlo en pies y a sus ojos se aproximaba el rumor de sus lágrimas. Ismael tenía sus dos manos metidas en los bolsillos delanteros de su pantalón color kaki, la maestra le hizo la misma pregunta que le había hecho a sus dos compañeros, pero Ismael no respondía al interrogatorio, mantenía fija la mirada en las ráfagas de ira de su segunda madre.
La maestra volvió a preguntarle con un tono de voz más agresivo, propio de los interrogatorios sin resultados positivos: ¿Dime que fue lo que viste muchacho? Ya estoy perdiendo la paciencia. El salón de clase se llenó de la misma angustia que sentía el presidente John F. Kennedy el día crucial de la crisis de los misiles.
Ismael reaccionó sacando sus manos de los bolsillos, luego se inclinó para agarrar su mochila, la colgó en su hombro izquierdo con un movimiento de Thai Chi, y fue entonces cuando vomitó la agonía de su alma: “Nos veremos el próximo año maestra”.