Descripción
UN LIBRO DE LA DIÁSPORA QUE VALE LA PENA LEER
JOSÉ CARVAJAL: a veces lamento no tener el tiempo que requieren algunos autores cuyas obras merecen mayor ponderación que una breve nota en FB. Es el caso de José Reyes y su libro «Adiós patria mía. Crónica de un naufragio», donde narra la travesía ilegal de un grupo de dominicanos que abordan una frágil embarcación con destino a Puerto Rico. La historia en sí es original solo por ser experiencia única, porque otros ya la han contado a su manera. Así lo hizo también a principios de los años noventa Raúl Martínez Rosario, en su libro «La travesía en yola: Odiseas a Puerto Rico». En ambos casos se advierte una destreza narrativa que sorprende.
«Adiós patria mía. Crónica de un naufragio» acaba de ser publicado (Editorial Santuario; marzo 2018) y el título me recordó de inmediato los versos de la clásica cubana Gertrudis Gómez de Avellaneda (1814-1973) y su famoso poema «Al partir»:
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¡Adiós, patria feliz, edén querido!
¡Doquier que el hado en su furor me impela,
tu dulce nombre halagará mi oído!
¡Adiós!… Ya cruje la turgente vela…
el ancla se alza… el buque, estremecido,
las olas corta y silencioso vuela.
El libro de José Reyes, que se me acercó y me lo entregó personalmente durante mi reciente conferencia en la Universidad de Massachusetts, me interesa por el discurso que teje esa odisea de nuestro tiempo. En ese sentido, aunque hay algunos descuidos propios de la falta de corrector profesional, puedo asegurar que el autor nacido en Baní (RD) y residente en Boston es un buen narrador, que sabe contar una historia haciendo uso del lenguaje literario como muy pocos en la diáspora dominicana. Por supuesto, aparte de lo literario en el libro hay otros valores (familiares, religiosos, sociales, morales, etc.) que deben apreciarse en un trabajo más amplio.
Comparto algunos subrayados del lenguaje literario:
«…el aire se vuelve arena, la madrugada tiene ojos que intimidan, el océano tiene tentáculos gigantes, el sol es un fuego infalible y la sed de agua dulce una quimera.»
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«Mi hermana y yo quedamos al cuidado de una vecina bondadosa, luego a merced de una tía, y ya cuando la pobreza había roto el cerco de los últimos aliados, nos cuidábamos nosotros mismos.»
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«Todas las almohadas por limpias que estén me huelen a plástico quemado, con excepción de la almohada de mi madre.»
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«…un amarre de mis zapatos se partió por la presión del susto.»
younitd(propietario verificado) – :
Muy Interesante